lunes, 12 de octubre de 2009

Coloquio de los perros


Se diría que Cervantes es autor de una sola obra: el “Quijote”. Y realmente el éxito y la difusión de su libro de caballerías a lo largo y ancho de estos más de cuatrocientos años bien podrían justificar esta idea. Incluso esa vuelta de tuerca que tanto gustaba a Unamuno de imaginar a Cervantes como la excusa del propio don Quijote, el personaje que daba sentido al autor, que justificaba su existencia, siendo más real la de papel que la vivida por el complutense. Pero Cervantes es autor de otras tantas obras, muchas de ellas igualmente geniales y sorprendentes, obras que fue publicando en los años posteriores al éxito del “Quijote”, y en que todavía intenta apoyarse y utilizar. Así lo hace con las geniales “Novelas ejemplares”, cuyo prólogo no puede dejar de remitir a su obra caballeresca, en un evidente reclamo publicitario del que Cervantes es un maestro declarado y confeso: “Quisiera yo, si fuera posible, lector amantísimo, excusarme de escribir este prólogo, porque no me fue tan bien con el que puse en mi Don Quijote, que quedase con ganas de segundar con éste”. Doce novelas ejemplares (o quizás once) que llenan de contento y que siguen sorprendiendo por sus temas y, sobre todo, por la capacidad de Cervantes de crear universos personales con tan pocos medios, tan escasas palabras. Y, como don Quijote, los protagonistas de estas novelas que, al tiempo que deleitan enseñan, se adueñan de nuestras vidas y se convierten en personajes que pululan por nuestros recuerdos, por nuestro futuro: la gitanilla Preciosa, Rinconete y Cortadillo, el Licenciado Vidriera, el celoso Carrizales, la señora Cornelia, o Peralta… y ¡cómo no! Cipión y Berganza. Pues si hay una novela original, curiosa y moderna, esa es el curioso diálogo entre “Cipión” y “Berganza”, dos perros del vallisoletano hospital de la Resurrección. Curioso diálogo que más que una nueva novela se ofrece en la transcripción manuscrita del alférez a una conversación que había escuchado en varias noches, entendiendo de lo que hablaban quien lo hacía, que no eran más que dos perros, que dedican este tiempo nocturno de magia y de disparates a dar cuenta de sus vidas, que es otra manera de decir de hacer crónica de su tiempo, seguramente de un tiempo en clave en el Valladolid cortesano de aquel entonces. Y aunque creer que dos perros puedan tener un coloquio como el escrito parece cosa de mentira y de fábulas, como bien indica Peralta, “paréceme que está tan bien compuesto que puede el señor alférez pasar adelante con el segundo”, que no es otro que la vida de Cipión, después de conocida, en una noche, la del perro Berganza. Pero esa es historia que Cervantes dejó en el tintero (si es que alguna vez tuvo intención de escribirla).

Y si sorprendente, moderna y genial resulta este “coloquio”, parte o no de la novela ejemplar “El casamiento engañoso”, igual de sorprendente, moderna y genial es la versión que se ha podido ver en el Corral de Comedias durante la Semana Cervantina. Tan solo una persona con el arrojo (casi quijotesco) y arraigadas lecturas cervantinas como Arsenio Lope Huerta se habría atrevido a versionar la obra cervantina. No es fácil transformar la incontinencia verbal de Berganza en un espectáculo de cuarenta minutos. ¿Qué quitar? ¿Qué dejar? ¡Cuántas dudas y cuántas vueltas atrás habrá tenido que soportar Arsenio en estos últimos meses! Pero el resultado ha valido la pena, ¡válgame Dios! Un espectáculo en que la esencia del coloquio ha quedado fijada. Y no menor dificultad tenía llevar a la escena un diálogo, un coloquio, que, junto a las continuas digresiones filosóficas y literarias, cuenta, en esencia, hechos del pasado. ¿Cómo situar en el escenario el acto de narrar y la propia narración que le da sentido? No he visto (o al menos no recuerdo ahora) otras adaptaciones de esta obra, pero reconozco que la apuesta de Fefa Noia me ha encantado: jugar con los planos del propio escenario, desde el inicial más cercano al público al más superior, que atrapa al marco narrativo que justifica la transcripción de este curioso coloquio, no puede ser más acertado. Así como la estética entre moderna y antigua con que se ha vestido y ha llenado de sentido la obra. Pero todo este esfuerzo, el de la adaptación y el de la dirección no se hubiera hecho realidad sin el recital de gestos y de entusiasmo de sus cuatro actores, de estos alumnos del Curso de Formación del Centro de Estudios del Teatro de La Abadía: Óscar de la Fuente, Quique Fernández, Jorge Martín y Almudena Ramos, a los que hemos visto correr, gritar, cantar, sorprender, bailar… en un repertorio interminable de situaciones, que han permitido convertir el espectáculo de “El coloquio de los perros” en una mina de pasatiempos. Sería difícil elegir a uno de ellos; imposible quedarse solo con una escena. El “Coloquio de los perros” ha sido una feliz iniciativa de la Abadía para acercarnos el genio creador de quien da sentido a la semana de celebraciones que ha vivido nuestra ciudad. Una feliz iniciativa que demuestra que más allá del “Quijote” hay vida: una vida genial como es una de las más geniales (y sorprendentes) novelas de nuestro querido Miguel de Cervantes Saavedra. Espero que la sigan representando en otros escenarios y que cientos de personas aplaudan a rabiar como lo hicimos en el Corral de Comedias hace tan solo unos días.

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