miércoles, 14 de septiembre de 2011

El desembarco de Amazon

El anuncio se ha hecho esperar pero al final ha llegado: el 14 de septiembre se presenta en sociedad la filial de Amazon en español, de la mayor librería mundial, que nació en 1995 en Seattle en un garaje, como tantos de los grandes emporios y multinacionales que hoy rigen y controlan los mercados y las bolsas.

Después de las filiales en Gran Bretaña, Francia o Italia, ha llegado la hora de que España (y con él el español) tenga cada vez una mayor presencia en esta librería, que es también una de las responsables del auge y triunfo de los lectores electrónicos (e-readers) de segunda generación (los de tinta electrónica) con las ventas millonarias de su kindle (con varios millones de unidades vendidas).

Y esto es solo el principio, pues Amazon, de la mano de Jeff Bezos, forma parte de ese pequeño grupo de empresas digitales que no conoce el concepto de límites, que se abre y experimenta en nuevas posibilidades, como una de las características de las nueva economía de futuro, la economía que ha nacido de los garajes de Microsoft o de Apple, las empresas que se pasean por las bolsas mirando cara a cara a la crisis, lo que no puede decirse de las aquellas que han dirigido la economía del siglo XX, que está en estos meses demostrando su incapacidad de sobrevivir en el futuro: los bancos.

Según lo que se ha ido indicando en las últimas semanas y a la espera de la anunciada rueda de prensa del día 14, Amazon parece que comienza su andadura en España recorriendo el puente comercial que existe entre una industria editorial tradicional (la basada en la impresión y distribución de libros, tal y como triunfó a partir del siglo XVI) y las nuevas posibilidades de acercamiento al lector gracias a los medios digitales: una librería digital que ha adquirido miles y miles de ejemplares para poder ofrecerlos a los compradores, que podrán conocer de su existencia gracias a su magnífica base de datos y que podrá comprarlos de manera sencilla, tal y como ha venido siendo habitual desde su creación.


Una librería virtual, como tantas otras, que, por su tamaño, por su capacidad comercial, por sus inversiones, puede convertirse en monopolio, acabar con la competencia en el mercado… aunque el mercado es tan amplio que no creo, en un primer momento, que pueda competir con Iberlibro, con esa magnifica librería virtual en que miles de libreros de todo el mundo aprovechan la plataforma informática para poder hacer conocer sus ejemplares, sus existencias. Recuerdo (con una cierta nostalgia) las mañanas dedicadas a pasear por las casetas de librerías en Recoletos, en la Feria del Libro antiguo y de ocasión; las horas leyendo lomos y títulos, buscando ese ejemplar de una traducción de Eminescu realizada por Alberti y publicada en Buenos Aires (demostración de lo friki que uno puede ser) y como uno encontraba, al pasar, otras joyas jamás pensadas. Horas y horas de búsquedas.

Con el paso de los años, todo se ha hecho más profesional y, en parte, sencillo: una búsqueda (de pocos segundos) desde el ordenador de casa de la magnífica base de datos de Iberlibro me ha llegado a encontrar libros descatalogados, perdidos, olvidados en estanterías de medio mundo que no hubiera jamás podido encontrar en las ferias o las librerías visitadas.

Y en unos pocos minutos he podido comprarlo (quizás a un librero holandés) y en unos días, lo he recibido en casa… Millones de ejemplares, de libros puestos a nuestra disposición gracias a que hay libreros que se dedican, con su saber, con su trabajo, a encontrarlos, a catalogarlos, a ofrecerlos: ayer estaban limitados a hacerlo mediante ferias, catálogos y estantes en lugares céntricos; hoy en día, pueden aprovecharse de las redes de información informática, de las posibilidades de crear bases de datos relacionables, para así poder ofrecer sus productos a un público interesado más amplio. Y todos a un mismo nivel, desde la librería más pequeña a la mejor surtida. El libro, el ejemplar buscado es único en cada una de ellas.

Amazon en su primera salida a España viene a sumar un elemento más en esta cadena de la nueva difusión y distribución del libro impreso gracias a las herramientas de comunicación y de información que ha creado la tecnología informática. Pero este es solo el primer paso, el más cercano a la “etapa de incunable” en que vivimos en el mundo editorial (y comercial)… una etapa de copiar e imitar en el nuevo medio los usos y formas del medio anterior, en el que nos hemos criado y en el que nos sentimos cómodos.

Pero este es solo el primer paso, la primera piedra de nuevos espacios de relación entre el libro (o el texto) y el comprador (o el lector) en la nueva Sociedad de la Información y el Conocimiento. En España estamos muy lejos de las cifras de ventas que se publicitan en Norteamérica. La Asociación de Editores de Estados Unidos daban a conocer las cifras de ventas en la primera mitad del 2011: los libros electrónicos habían gozado de un aumento del 161% de ventas con respecto al año anterior; mientras los libros impresos no dejaban de caer en sus ventas: en un 64% los de tapa blanda y un 25% los de tapa dura… Y mientras el negocio de las librerías virtuales seguían creciendo, el cierre de las tradicionales no ha dejado de ser una costumbre.

Reciclarse o morir. En estos días en que en España estamos de inauguración, Amazon anuncia que está estudiando la posibilidad de ofrecer una suscripción, una especie de tarifa plana para poder consultar el fondo editorial que ofrece a partir de la “nube”, de ese espacio virtual en que la “materialidad”, el elemento físico propio y necesario de la tecnología de la escritura (arcilla, rollo, códice, libro, periódico…) ha terminado por desaparecer. Así se hace ya para la música (Spotify) y así para el cine (Netflix)… solo era cuestión de tiempo que llegara a la literatura. Algunas empresas españolas ya lo están haciendo (24symbols), pero que Amazon, el monstruo editorial y empresarial de Amazon lo piense, ya es un gran paso adelante…

Reciclarse o morir. Así le pasó a la industria alrededor del rollo en el Imperio Romano cuando llegó triunfante el códice en pergamino, dejando al papiro en un segundo plano; así sucedió con la industria alrededor del códice manuscrito cuando triunfó la industria de la imprenta en el siglo XVI, así tuvo que adaptarse la imprenta artesanal cuando llegó la industrial en el siglo XIX, y así le pasó a esta con el triunfo de las tecnologías del sonido y de la imagen en el siglo XX (fonógrafo, radio, cine, televisión…). Y así lo estamos viendo en el presente. Solo las empresas que sean capaces de adaptarse a los nuevos tiempos, de tener ojos, oídos y voluntad de asimilar los cambios que la tecnología informática está imponiendo, son las que sobrevivirán en el futuro.

¿Acaso alguno de nosotros recuerda algunas de las grandes corporaciones, las empresas constructoras de grandes ordenadores que se negaron en los años setenta a invertir en el negocio de los ordenadores personales? Tiempo al tiempo. La época del “incunable” de la industria editorial está llegando a su fin. Y la llegada de Amazon a España es solo una pieza más de un apasionante puzzle que se irá completando en los próximos años. Lo quiera Planeta o no. Lo quiera Prisa o no.

Publicado en el Diario de Alcalá el 13 de septiembre

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