martes, 3 de noviembre de 2009

Entre versos anda el misterio



El próximo miércoles comienza el segundo ciclo de “Poesía en el Corral”, ese proyecto que va convirtiendo nuestra ciudad, mes a mes, en centro de un nuevo modo de difundir la poesía, la literatura. Un proyecto en que desde el magnífico Corral de Comedias deseamos que llene de versos y de misterio y de magia algunas de nuestras noches. La literatura nos permite adentrarnos en territorios que parecen todavía vírgenes; territorios en los que todavía todo es posible. Y ese todo es lo único que, en ocasiones, da sentido a la vida. Porque la vida está llena de nuestros recuerdos, de nuestras vivencias, pero también de nuestras lecturas. Una lágrima derramada en un funeral es tan real como aquella que se nos ha escapado mientras vamos pasando las páginas de un libro, los versos de un poema. Ambas forman parte de nuestro pasado, de nuestro recuerdo. Y a ella nos aferramos en tantas y tantas ocasiones para sentirnos vivos. 


 
Y todos los que estamos de alguna manera ligados al proyecto de “Poesía en el Corral”, desde los directores a los colaboradores, desde los poetas a los inductores de este proyecto, partimos de una idea: no compartimos la máxima de que la poesía es algo ajeno a nuestras vidas, de que la poesía es minoritaria y elitista, de que tan solo está destinada a unos pocos. Es cierto que la poesía crea un lenguaje particular, una gramática única alrededor del ecosistema del verso que, poco a poco, cada vez es más ajena a nuestra cotidianidad, empezando por la escuela. Es cierto que cierta poesía ha buscado, de manera deliberada y consciente, marcar un abismo entre la letra y su sentido, jugando en vaivenes retóricos que se agotan en sí mismos, en los retruécanos de su propia dificultad... Pero también estamos convencidos el que otro camino es posible, y a ese camino el Corral de Comedias le ha prestado un espacio mágico, en que la poesía cobra vida en cada sílaba; y en este espacio, mes a mes, contaremos con dos voces poéticas que se entrelazarán en la espiral violenta del arte, de la literatura, esa que nunca debe dejarnos indiferente. Para bien o para mal. Pero nunca indiferente. 


 
Y en la magia del próximo miércoles han sido convocadas dos voces poéticas que se susurran, que se arrullan y que son capaces de transitar por las “sílabas contadas” y por las lecturas clásicas como san Pedro por su casa. Abro al azar el libro de Amalia Bautista en que ha recogido su poesía de los últimos años que lleva por título “Tres deseos”, y el azar me lleva al comienzo del poema “El mensajero”: “Haría cualquier cosa que él quisiera / porque ya sólo veo por sus ojos”. Y el ritmo del endecasílabo me arrastra a un nuevo universo en que las palabras más cotidianas, las que podrían dar sentido a un titular de prensa se llena de un “algo más” que lo convierte en arte, ese que perdura más allá de la lectura y que se incrusta en nuestro recuerdo: “Ha venido un amigo a visitarme: / le ofrezco una cerveza y continúo / vistiéndome. Mi amigo se ensombrece / y dice que ha venido hasta mi casa / para darme una pésima noticia: / “él no te quiere; siempre te ha engañado”. / Termino de arreglarme. Me perfumo. / Él me espera. No puedo llegar tarde. / Acabo de matar al mensajero”. Y estos versos que me han llegado al azar de su libro tienen el aroma de la poesía de Amalia; una poesía en que la técnica, la lucha por el verso perfecto, el ritmo y las sílabas se ha escondido detrás de la apariencia de un poema claro y luminoso; un poema que parece sencillo -como todo lo realmente difícil-, pero que se llena de sombras, de matices, de vida con cada lectura. Y como ella misma escribiera, al leer la poesía de Amalia, a uno se le escapa de los labios aquello de “Cuéntamelo otra vez, es tan hermoso / que no me canso nunca de escucharlo”. Y así sucede con la poesía de Amalia Bautista: leemos una y otra vez sus versos, sin cansarnos nunca.



No sé muy bien la razón, pero cuando recuerdo a Francisco Martínez Morán, a esta voz poética alcalaína, que ya ha cruzado premios y prestigiosos comentarios en la prensa -más que merecidos-, recuerdo su voz leyendo el poema “Ceremonia pictórica”: “Desata la galerna, William Turner. / Retrata el equilibrio, Botticelli. / Viérteme en los pinceles, Claude Monet”... Y es que en la poesía de Francisco se aúnan sus lecturas -que son su vida- con esa vida que él, como nadie, sabe convertir en literatura. Este poema que forma parte de “Tras la puerta tapiada” (Premio Hiperión de poesía, uno de los más prestigiosos de toda España), se encuentra al lado de otro titulado “Elvira Castro”: “Mañana hace dos años, me susurra / al oído mi madre, muy bajito: // el olor de mi abuela todavía / me impregna la memoria cuando pienso / que todo lo que soy llegará a nada”. La poesía de Francisco Martínez Morán hay que leerla como el buen whisky: son versos que uno esperaría al final de una vida, porque en todo hay un regusto de experiencia de vida que no se espera de un joven como él. Hay pocos poetas en el panorama literario actual que permitan una segunda lectura de su obra: pueden sorprender por su espíritu rompedor -las menos de las veces- o porque se adentra en territorios y experiencias que a uno le parecen exóticas -cuestiones ya de edad-. Pero la poesía de Francisco Martínez Morán con parecer clásica resulta enormemente vanguardista; con llenarse de referencias literarias y de lecturas, despunta vida por sus cinco costados. Una vida de un joven por más que domine la técnica y sea capaz de reírse de sí mismo, como en “Propósito de enmienda”: “Pienso: voy a escribir poemas largos”. El miércoles en el Corral de Comedias vamos a disfrutar de una noche poética por todo lo alto; la primera de una serie de citas que devolverán a Alcalá de Henares el hilo de Ariadna de su alma poética.

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